Sobre la necesidad de revisar y redefinir los actuales sistemas de producción y consumo para lograr un real desarrollo sustentable compatible con la alimentación de una población global creciente, opinó para Télam, Manuel Jaramillo, director general de Fundación Vida Silvestre Argentina.
El Día Internacional de la Concienciación sobre la Pérdida y el Desperdicio de Alimentos se celebra cada 29 de septiembre gracias a un decreto oficial establecido por la ONU. Su principal objetivo es generar conciencia y evitar que los alimentos se desperdicien, en un contexto en el cual, en muchos países, los índices de pobreza y emergencia alimentaria van en aumento cada día.
La FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) destaca la importancia de dar prioridad a la reducción de la pérdida y el desperdicio de alimentos como parte fundamental para la transición hacia sistemas alimentarios sostenibles, que mejoren el uso eficiente de los recursos naturales, que disminuyan los impactos planetarios y garanticen la seguridad alimentaria y la nutrición.
Según un informe de WWF (Fondo Mundial para la Naturaleza), titulado «Enviado a la basura», a nivel mundial, el 40% de los alimentos nunca son consumidos y terminan en la basura cada año, lo que equivale a aproximadamente 2.250 millones de toneladas, teniendo en cuenta el desperdicio en los establecimientos agropecuarios, en los comercios minoristas, en el servicio de alimentos y los hogares de los consumidores, y el estimado de las pérdidas que ocurren en las etapas de transporte, almacenamiento, fabricación y procesamiento. Y cuando nos referimos al desperdicio, no hablamos solo de alimentos: junto a ellos, también se «desecha» una gran cantidad de recursos naturales que se utilizaron para producirlos, como, agua, tierra y energía.
La forma en que producimos, consumimos y descartamos los alimentos está ejerciendo grandes presiones y ocasionando consecuencias negativas sobre la naturaleza. Los actuales sistemas de producción de alimentos están basados en una explotación insostenible de los recursos naturales y son los principales impulsores de la pérdida de biodiversidad y la degradación y destrucción de ecosistemas, lo que exacerba la actual crisis climática y ecológica y pone en riesgo la seguridad alimentaria mundial y el bienestar humano.
A nivel global, el sistema alimentario es responsable del 80% de la pérdida de biodiversidad, el 80% de la deforestación y el 29% de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). Y el panorama es aún más complejo si tenemos en cuenta que para 2050 tendremos un 20% más de habitantes que en 2023, lo cual implicará un aumento de más del 70% en la demanda de proteína animal y más del 50% en la demanda de alimentos en general.
Por otra parte, actualmente, a nivel mundial más de 800 millones de personas no tienen cubiertas sus necesidades básicas de alimentación y, si vemos la situación en Argentina, alrededor del 30% de niños, niñas y adolescentes sufren emergencia alimentaria. Es incoherente que esto suceda al mismo tiempo que desperdiciamos toneladas de alimentos, ya que con la cantidad de comida que no es consumida y termina en la basura, se podría alimentar más de 7 veces a quienes hoy pasan hambre en el mundo.
Esto deja en evidencia que debemos revisar y redefinir los actuales sistemas de producción y consumo, con el objetivo de lograr un real desarrollo sustentable compatible con la alimentación de una población global creciente y dentro de los límites planetarios. Es momento de redoblar nuestros esfuerzos para frenar el desperdicio de alimentos, solucionar los problemas mundiales de inseguridad alimentaria y desnutrición, y reducir los impactos en la salud ambiental.
Fuente: Manuel Jaramillo para Télam
El Día Internacional de la Concienciación sobre la Pérdida y el Desperdicio de Alimentos se celebra cada 29 de septiembre gracias a un decreto oficial establecido por la ONU. Su principal objetivo es generar conciencia y evitar que los alimentos se desperdicien, en un contexto en el cual, en muchos países, los índices de pobreza y emergencia alimentaria van en aumento cada día.
La FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) destaca la importancia de dar prioridad a la reducción de la pérdida y el desperdicio de alimentos como parte fundamental para la transición hacia sistemas alimentarios sostenibles, que mejoren el uso eficiente de los recursos naturales, que disminuyan los impactos planetarios y garanticen la seguridad alimentaria y la nutrición.
Según un informe de WWF (Fondo Mundial para la Naturaleza), titulado «Enviado a la basura», a nivel mundial, el 40% de los alimentos nunca son consumidos y terminan en la basura cada año, lo que equivale a aproximadamente 2.250 millones de toneladas, teniendo en cuenta el desperdicio en los establecimientos agropecuarios, en los comercios minoristas, en el servicio de alimentos y los hogares de los consumidores, y el estimado de las pérdidas que ocurren en las etapas de transporte, almacenamiento, fabricación y procesamiento. Y cuando nos referimos al desperdicio, no hablamos solo de alimentos: junto a ellos, también se «desecha» una gran cantidad de recursos naturales que se utilizaron para producirlos, como, agua, tierra y energía.
La forma en que producimos, consumimos y descartamos los alimentos está ejerciendo grandes presiones y ocasionando consecuencias negativas sobre la naturaleza. Los actuales sistemas de producción de alimentos están basados en una explotación insostenible de los recursos naturales y son los principales impulsores de la pérdida de biodiversidad y la degradación y destrucción de ecosistemas, lo que exacerba la actual crisis climática y ecológica y pone en riesgo la seguridad alimentaria mundial y el bienestar humano.
A nivel global, el sistema alimentario es responsable del 80% de la pérdida de biodiversidad, el 80% de la deforestación y el 29% de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). Y el panorama es aún más complejo si tenemos en cuenta que para 2050 tendremos un 20% más de habitantes que en 2023, lo cual implicará un aumento de más del 70% en la demanda de proteína animal y más del 50% en la demanda de alimentos en general.
Por otra parte, actualmente, a nivel mundial más de 800 millones de personas no tienen cubiertas sus necesidades básicas de alimentación y, si vemos la situación en Argentina, alrededor del 30% de niños, niñas y adolescentes sufren emergencia alimentaria. Es incoherente que esto suceda al mismo tiempo que desperdiciamos toneladas de alimentos, ya que con la cantidad de comida que no es consumida y termina en la basura, se podría alimentar más de 7 veces a quienes hoy pasan hambre en el mundo.
Esto deja en evidencia que debemos revisar y redefinir los actuales sistemas de producción y consumo, con el objetivo de lograr un real desarrollo sustentable compatible con la alimentación de una población global creciente y dentro de los límites planetarios. Es momento de redoblar nuestros esfuerzos para frenar el desperdicio de alimentos, solucionar los problemas mundiales de inseguridad alimentaria y desnutrición, y reducir los impactos en la salud ambiental.
Fuente: Manuel Jaramillo para Télam