De acuerdo a la información del Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe (CAF), los fenómenos pasaron de 28 por año en 1980-1999 a 53 por año en 2000-2021. Los más frecuentes son las inundaciones y los ciclones tropicales que, junto a las sequías, son los que más población afectan.
La cantidad de eventos climáticos extremos en América Latina y el Caribe entre 2000 y 2021 fue en promedio de 53 por año, casi el doble de la media registrada durante los veinte años anteriores, según un informe del Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe (CAF) difundido hoy.
El Reporte de Economía y Desarrollo (RED) presentado este jueves en la ciudad de Santa Marta, Colombia, advirtió que los eventos extremos más frecuentes son las inundaciones y los ciclones tropicales que, junto a las sequías, son los fenómenos que más población afectan cada año.
«El cambio climático y la pérdida de biodiversidad amenazan al bienestar de la humanidad y la continuidad de todas las formas de vida del planeta», precisó el informe, y aseguró que la cantidad de fenómenos meteorológicos extremos «pasó de un promedio de 28 por año durante el período 1980-1999 a 53 por año en el período 2000-2021».
El informe, titulado “Desafíos globales, soluciones regionales: América Latina y el Caribe frente a la crisis climática y de biodiversidad”, determinó que la población afectada aumentó de 4,5 a 7,2 millones de personas por año en los mismos períodos.
Las proyecciones climáticas para la región del RED prevén que la temperatura media durante el período 2021-2040 será de alrededor de 1 grado centígrado más alta que durante 1985-2014, y que entre varios cambios climáticos se espera que las precipitaciones disminuyan en el norte de Sudamérica, el Caribe, Centroamérica, parte del Amazonas, el noreste de Brasil, el centro y sur de Chile y el sur de Argentina.
Esto apunta a un escenario que tiene como protagonista un clima árido en ascenso en casi toda la región, «con excepción de las costas de Perú y Ecuador», detalló el relevamiento del CAF.
El lanzamiento de RED se hizo en la ciudad colombiana de Santa Marta ya que Colombia es el segundo país más biodiverso del mundo y el primero en diversidad de aves. “La coordinación internacional en política climática y de biodiversidad es necesaria porque ambos son asuntos donde las acciones de cada país afectan a los demás», afirmó Sergio Díaz-Granados, presidente ejecutivo de CAF, en la apertura del evento.
Al respecto, agregó: «Con esta publicación queremos destacar que se requiere integrar estas políticas con las que promueven el crecimiento económico y la inclusión social, lo que puede dar lugar a complementariedades y tensiones que es necesario manejar articuladamente».
Por último, consideró que «el mundo necesita soluciones climáticas, alimentarias y sociales con urgencia, esta realidad nos está afectando a todos y debe ser una prioridad en todos los ámbitos, por eso desde el CAF queremos liderar esta conversación como el banco verde de América Latina y el Caribe”.
Desafíos globales, soluciones regionales
Según datos de 2019, América Latina y el Caribe contribuyen con el 10% de las emisiones actuales de los Gases Efecto Invernadero (GEI), los países en desarrollo de Asia y el Pacífico con el 44% y los países desarrollados con el 23%. El resto lo explican África (9%), Europa del Este y Asia Central y Occidental (6%), Oriente Medio (5%) y el transporte internacional (2%). A diferencia de los países desarrollados, las emisiones de América Latina y el Caribe provienen en mayor medida de la actividad agropecuaria, principalmente por el cambio en el uso del suelo y, en menor proporción, de los sectores vinculados a la energía fósil, detalló el informe.
En este contexto, el RED presentó propuestas de políticas en torno a los objetivos de adaptación, mitigación, preservación del capital natural, fortalecimiento de la coordinación regional y aprovechamiento de las oportunidades derivadas de la transición energética global.
Entre ellas, se destacan las prácticas de agricultura sostenible, soluciones basadas en la naturaleza, inversiones en infraestructura de adaptación, políticas para el manejo de riesgo de desastres, políticas para regenerar y preservar los ecosistemas, y promoción de las fuentes renovables de energía.
“La adaptación climática tiene costos, pero también tiene sinergias positivas con la inclusión social y el crecimiento económico. Esto se debe a que permite evitar pérdidas; por ejemplo, una alerta temprana ante una ola de calor puede salvar vidas», señaló Ernesto Schargrodsky, coautor del RED23 y director de Investigaciones Socioeconómicas de CAF.
Asimismo, precisó que estas medidas tienen «beneficios económicos debido a la reducción de los riesgos -por ejemplo, construir infraestructura para prevenir inundaciones aumenta el valor de la tierra inundable- o a la innovación tecnológica -por ejemplo, introducir el riego por goteo para enfrentar la escasez de agua a la vez mejora la productividad agrícola».
«También pueden existir beneficios sociales y ambientales; por ejemplo, debido a la protección de recursos naturales que proveen valiosos servicios ecosistémicos, así como la eventual monetización de los esfuerzos de preservación de los recursos forestales» y, en la región, se «puede capitalizar los beneficios económicos de sus reservas de gas natural y minerales críticos contribuyendo a la vez a la descarbonización global durante el proceso de transición energética”.
Fuente: Télam
La cantidad de eventos climáticos extremos en América Latina y el Caribe entre 2000 y 2021 fue en promedio de 53 por año, casi el doble de la media registrada durante los veinte años anteriores, según un informe del Banco de Desarrollo de América Latina y el Caribe (CAF) difundido hoy.
El Reporte de Economía y Desarrollo (RED) presentado este jueves en la ciudad de Santa Marta, Colombia, advirtió que los eventos extremos más frecuentes son las inundaciones y los ciclones tropicales que, junto a las sequías, son los fenómenos que más población afectan cada año.
«El cambio climático y la pérdida de biodiversidad amenazan al bienestar de la humanidad y la continuidad de todas las formas de vida del planeta», precisó el informe, y aseguró que la cantidad de fenómenos meteorológicos extremos «pasó de un promedio de 28 por año durante el período 1980-1999 a 53 por año en el período 2000-2021».
El informe, titulado “Desafíos globales, soluciones regionales: América Latina y el Caribe frente a la crisis climática y de biodiversidad”, determinó que la población afectada aumentó de 4,5 a 7,2 millones de personas por año en los mismos períodos.
Las proyecciones climáticas para la región del RED prevén que la temperatura media durante el período 2021-2040 será de alrededor de 1 grado centígrado más alta que durante 1985-2014, y que entre varios cambios climáticos se espera que las precipitaciones disminuyan en el norte de Sudamérica, el Caribe, Centroamérica, parte del Amazonas, el noreste de Brasil, el centro y sur de Chile y el sur de Argentina.
Esto apunta a un escenario que tiene como protagonista un clima árido en ascenso en casi toda la región, «con excepción de las costas de Perú y Ecuador», detalló el relevamiento del CAF.
El lanzamiento de RED se hizo en la ciudad colombiana de Santa Marta ya que Colombia es el segundo país más biodiverso del mundo y el primero en diversidad de aves. “La coordinación internacional en política climática y de biodiversidad es necesaria porque ambos son asuntos donde las acciones de cada país afectan a los demás», afirmó Sergio Díaz-Granados, presidente ejecutivo de CAF, en la apertura del evento.
Al respecto, agregó: «Con esta publicación queremos destacar que se requiere integrar estas políticas con las que promueven el crecimiento económico y la inclusión social, lo que puede dar lugar a complementariedades y tensiones que es necesario manejar articuladamente».
Por último, consideró que «el mundo necesita soluciones climáticas, alimentarias y sociales con urgencia, esta realidad nos está afectando a todos y debe ser una prioridad en todos los ámbitos, por eso desde el CAF queremos liderar esta conversación como el banco verde de América Latina y el Caribe”.
Desafíos globales, soluciones regionales
Según datos de 2019, América Latina y el Caribe contribuyen con el 10% de las emisiones actuales de los Gases Efecto Invernadero (GEI), los países en desarrollo de Asia y el Pacífico con el 44% y los países desarrollados con el 23%. El resto lo explican África (9%), Europa del Este y Asia Central y Occidental (6%), Oriente Medio (5%) y el transporte internacional (2%). A diferencia de los países desarrollados, las emisiones de América Latina y el Caribe provienen en mayor medida de la actividad agropecuaria, principalmente por el cambio en el uso del suelo y, en menor proporción, de los sectores vinculados a la energía fósil, detalló el informe.
En este contexto, el RED presentó propuestas de políticas en torno a los objetivos de adaptación, mitigación, preservación del capital natural, fortalecimiento de la coordinación regional y aprovechamiento de las oportunidades derivadas de la transición energética global.
Entre ellas, se destacan las prácticas de agricultura sostenible, soluciones basadas en la naturaleza, inversiones en infraestructura de adaptación, políticas para el manejo de riesgo de desastres, políticas para regenerar y preservar los ecosistemas, y promoción de las fuentes renovables de energía.
“La adaptación climática tiene costos, pero también tiene sinergias positivas con la inclusión social y el crecimiento económico. Esto se debe a que permite evitar pérdidas; por ejemplo, una alerta temprana ante una ola de calor puede salvar vidas», señaló Ernesto Schargrodsky, coautor del RED23 y director de Investigaciones Socioeconómicas de CAF.
Asimismo, precisó que estas medidas tienen «beneficios económicos debido a la reducción de los riesgos -por ejemplo, construir infraestructura para prevenir inundaciones aumenta el valor de la tierra inundable- o a la innovación tecnológica -por ejemplo, introducir el riego por goteo para enfrentar la escasez de agua a la vez mejora la productividad agrícola».
«También pueden existir beneficios sociales y ambientales; por ejemplo, debido a la protección de recursos naturales que proveen valiosos servicios ecosistémicos, así como la eventual monetización de los esfuerzos de preservación de los recursos forestales» y, en la región, se «puede capitalizar los beneficios económicos de sus reservas de gas natural y minerales críticos contribuyendo a la vez a la descarbonización global durante el proceso de transición energética”.
Fuente: Télam