
A dos meses del nuevo acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y del lanzamiento del régimen de flotación cambiaria con bandas, el Gobierno recalibró su estrategia para intentar engrosar las reservas sin emitir pesos ni forzar al Banco Central a intervenir.
La maniobra busca mostrar disciplina fiscal y evitar sobresaltos en el año electoral. Sin embargo, el balance sigue arrojando un signo de alerta: la acumulación de divisas avanza con lentitud y pone en tensión los objetivos de baja de inflación y recuperación de la actividad.
El plan oficial incluye la emisión de bonos del Tesoro en pesos suscribibles en dólares, la ampliación del préstamo Repo y la eventual participación del Tesoro en el mercado cambiario para adquirir divisas.
Aunque el esquema apunta a sumar reservas sin alterar el tipo de cambio, analistas advierten que el margen de éxito es limitado. “Sin dinámica de acumulación, el riesgo país no baja y no se podrá volver a los mercados voluntarios de deuda”, advirtió Ricardo Delgado, director de la consultora Analytica.
El economista también apuntó al nuevo protagonismo de los ahorristas minoristas, que ya demandan más de USD 1.000 millones mensuales del mercado oficial.
Esa presión, sumada al déficit externo estimado en USD 18.000 millones para este año, plantea un desafío mayúsculo para una economía que aún arrastra problemas estructurales de liquidez y desconfianza. “Doña Rosa ya compite por los dólares y eso sale directamente de las reservas del BCRA”, ilustró Delgado.
Desde el Ministerio de Economía se destaca la posibilidad de que el Tesoro compre divisas con superávit primario como una señal de fortaleza. “Es una forma de mostrar que no hay puja entre organismos del Estado por los dólares”, explicó el asesor financiero Federico Domínguez, quien también celebró la eliminación de los pasivos remunerados del BCRA como medida para ordenar la base monetaria.
Sin embargo, la mirada técnica no alcanza para despejar las dudas del mercado. Según la consultora Abeceb, el Banco Central no logra engrosar reservas netas, incluso con una fuerte liquidación de exportaciones.
Esto se debe a que sólo interviene si el tipo de cambio toca el piso de la banda, algo que luce improbable en el corto plazo. Con un dólar oficial rondando los $1.200, el mínimo de intervención quedó fijado en $1.000. En este contexto, el informe describe al país como una “empresa solvente, pero con problemas de liquidez de corto plazo”.
La falta de reservas también condiciona el financiamiento de la economía real. Una reducción sostenida del riesgo país permitiría renovar deuda externa y liberar crédito interno para pymes y consumidores. Pero sin señales claras de estabilización, el efecto contrario comienza a sentirse.
Delgado advirtió sobre una incipiente destrucción de empleo formal y caída en la actividad industrial, que se encuentra por debajo del promedio 2016-2023, descontando el efecto pandemia.
La reciente ampliación del Repo con bancos internacionales, por USD 2.000 millones, fue presentada como un primer paso para recuperar oxígeno financiero. No obstante, los analistas aclaran que ese dinero aún no ingresó y que el impacto real en las reservas dependerá de si los nuevos títulos logran captar divisas frescas del exterior. Si la suscripción proviene del mercado local, el efecto será neutro.
En medio de estas tensiones, el Gobierno busca mantener el equilibrio sin apelar al “dólar alto” para recomponer competitividad, aunque eso también impone un costo: una economía que empieza a perder tracción, con riesgos latentes de estanflación.
Con el FMI como actor de fondo, el paquete de medidas parece apuntar tanto a obtener un nuevo desembolso de USD 2.000 millones como a tranquilizar a un mercado que aún exige más que anuncios: resultados concretos.
Con información de Ámbito.
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